NUEVA YORK: LA TIERRA DE LAS OPORTUNIDADES. CRÓNICA DE LA LLEGADA Y ESTANCIA DEL "ELCANO" EN EL PUERTO NEOYORKINO. TEXTO: JESÚS CABAÑAS GARCÍA. MARINERO. TIMONEL DE COMBATE A BORDO DEL "JUAN SEBASTIÁN DE ELCANO"

Categoría: Noticias
Publicado el Miércoles, 21 Mayo 2014 18:46
Escrito por jeronimo
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Habiendo zarpado del puerto de Santo Domingo 14 días atrás y con un tiempo cada vez más desapacible (lo cual era de esperar al alejarnos del mar Caribe), la dotación y alumnos del "Juan Sebastián de Elcano" se preparaba para el último puerto americano del LXXXV Crucero de Instrucción antes del cruce del Atlántico rumbo a Europa.

Los trabajos de mantenimiento  y limpiezas a bordo se habían intensificado debido tanto al paso relativamente seguido por los dos puertos anteriores como a la importancia de nuestro siguiente amarradero: Manhattan. Dichos trabajos consistían, además de las perpetuas limpiezas de mamparos y metales, en el lijado y barnizado de maderas así como el saneamiento y pintado del óxido de las superficies metálicas del buque.

Como novedad en este tránsito, al igual que pasara en la bajada hacia Tenerife al comienzo del crucero, llevábamos de nuevo a bordo a los periodistas Alejo y Laura, acompañados esta vez de Iván, como apoyo a la tarea de grabación del sonido  para el reportaje-documental que están realizando sobre el buque. 

Se podría decir que fue una travesía distendida debido a los distintos actos que tuvieron lugar, tanto de ocio como oficiales. Se hizo el homenaje a los caídos en Cuba, fotos de la dotación, colectivas y por brigadas, la final de la primera fase de las competiciones lúdicas deportivas y una maratón de 12 horas de carrera continua en cubierta, entre otras.

Una actividad que resultó muy acertada, decisión del Señor Comandante, fue el arriado de las embarcaciones auxiliares para que la gente de a bordo pudiera contemplar el barco desde el exterior. Esto contribuyó a mejorar el ánimo de la dotación ya que, a pesar de tener por la proa el que quizás fuera el puerto más esperado del crucero, existía una sensación general de agotamiento y los últimos días de esas dos semanas de navegación comenzaban a hacerse pesados.     

Remontando el Hudson. Fondeo y entrada en el muelle 88 de Hell’s Kitchen

Llegó el esperado momento. La actividad a bordo se disparó, como sucede siempre que llegamos a puerto. Esta vez la situación iba a ser algo peculiar ya que el punto de fondeo se encontraba prácticamente junto al muelle de atraque, en medio del río Hudson entre Manhattan y New Jersey.

La llegada al fondeadero duró unas cuatro horas, navegando por estrecho dispositivo con una actividad fluvial intensa y con la dificultad añadida de que nos rodeaba una espesa niebla que reducía la visibilidad y ocultaba totalmente Nueva York.

Navegábamos desde el día anterior con las señales fónicas activadas (fuertes bocinazos emitidos cada dos minutos que alertaban de nuestra posición) y la impresión general era que el tan esperadísimo puerto no iba a poder ser contemplado hasta el último momento.

Durante la entrada en puerto el ambiente en el puente de mando podía calificarse como tenso. Un gran equipo trabajando bajo la atenta mirada de los comandantes, los Guardiasmarinas llevando la situación en la carta, el oficial de Derrota aunando esfuerzos conmigo y el práctico de Nueva York para intentar navegar por el brumoso canal. Mi impresión como timonel de combate era que si no mantenía un firme control sobre el rumbo ordenado y un gran nivel de concentración en mi entorno, a pesar de la lucha constante con las caprichosas corrientes del Hudson, el resultado podía ser encallar en algún bajo del río o incluso colisionar con alguna embarcación fluvial oculta por la niebla.

Pasamos bajo el puente Verrazano sin apenas divisarlo hasta que estuvo sobre la galleta de nuestros palos y navegamos a escasos metros del barrio de Brooklyn, únicamente oyendo las sirenas de los coches patrulla de la policía neoyorkina, lo que supimos gracias a la indicación del Teniente de Navío-oficial de Derrota de que por nuestro estribor se encontraba (se encontraba, que no se veía) dicho barrio.

De repente sucedió el ansiado acontecimiento: desfilamos ante la Estatua de la Libertad y la niebla amainó lo suficiente para permitirnos divisarla, primero el débil reflejo de la antorcha sobre la bruma y más adelante su férrea mirada dándonos la bienvenida a la capital del mundo. Estábamos en Nueva York.

La estancia en Manhattan fue muy placentera, donde el "Elcano" pasó a desempeñar su segunda función principal: la de embajada flotante, apoyando a España en su candidatura a miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. La recepción a bordo fue un rotundo éxito gracias al esfuerzo de la dotación para atender a los 500 invitados.

Durante el día, todos abandonan temprano el buque para hacer turismo y regresan tambaleándose a causa del cansancio producido por tantísimas calles recorridas e insignes lugares visitados. A la noche se regresa con la misma sensación de aturdimiento, esta vez debido a las deslumbrantes luces de Times Square y la perpetua y frenética actividad nocturna de la ciudad que nunca duerme.

Rumbo a Dublín, 23 días de mar por la proa

El día de salida todo parece moverse más despacio. Bolsas de establecimientos neoyorkinos por doquier. Toda la tarde preparando el buque para salir a la mar, el equipo de navegación sube a puente y los grupos activos ocupan sus puestos, se largan estachas de amarre. Cerca del ocaso, partimos hacia Irlanda.

De nuevo zarpamos con niebla y lluvia, de nuevo el canal y las odiadas señales fónicas, de nuevo nos despide Lady Libertad. Pero las que antes eran miradas de asombro ahora se tornan en deliberada indiferencia, concentrados todos en la maniobra para no aceptar que dejamos atrás un puerto maravilloso.

En los siguientes días el mal tiempo y el trabajo en el majestuoso velero ayuda a centrarnos en llevar el barco a su siguiente destino y la bien entrenada dotación del "Elcano" supera las adversidades del temporal con la eficacia marinera de los herederos de la más antigua tradición naval de la historia.

A 300 millas de costa, nos acompañan varias golondrinas que, agotadas, encuentran refugio en la jarcia del "Elcano" para secarse las plumas y descansar antes de volver a partir, o no partir nunca más, alegrándonos un poco la travesía.

Nos espera casi un mes de ver sólo mar por la proa, las conversaciones se llenan de historias y anécdotas de lo vivido, de los lugares y personas conocidos, los trágicos y fugaces amores de puerto… mientras seguimos formando las nuevas historias que contaremos en futuros puertos.

Buenos vientos.