EMOTIVA CRÓNICA A BORDO DEL MAESTRO CARPINTERO DEL "JUAN SEBASTIÁN DE ELCANO", DON ROBERTO, UN PILAR FUNDAMENTAL POR SU ACTITUD Y CONOCIMIENTOS

Categoría: Noticias
Publicado el Martes, 03 Junio 2014 19:29
Escrito por jeronimo
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Llegados a este punto de la navegación, consumadas dos semanas de nuestro tránsito transatlántico de vuelta a Europa, se empiezan a notar los días de mar no sólo en nuestros rostros, sino también en todas las zonas de un buque que, aunque parezca increíble, tiene 87 años. Y es que ¡ya nos gustaría a muchos de nosotros llegar tan bien a esa edad!

El buen mantenimiento del barco no sale de la nada: el Elcano aún sigue surcando los mares gracias al trabajo constante y silencioso de los miles de marinos que han formado parte de su dotación.

Don Roberto, nuestro maestro carpintero, es un pilar fundamental en este sentido; gracias a él, a sus conocimientos y  sobre todo a su actitud, todos los detalles de madera (que a bordo no son precisamente pocos) son tratados con mucho mimo y con esmero. Entrañable y campechano, nos ha regalado unas líneas para nuestro vida a bordo. Léanlas con atención:

Son las 7 de la mañana, por megafonía suena el toque de diana que en el Elcano es de chifle y no de corneta. Iniciamos nuestro ritual diario, las limitaciones de espacio nos obligan a ir pasando por la ducha uno a uno. Antes, a eso de las 5 y media se levantó el maestro cocinero que está hoy de guardia, para iniciar su jornada a las 6. Con más o menos pericia tratamos de listarnos sin hacer ruido, para no despertar al otro cocinero, que seguramente aprovechará para dormir hasta un poco más tarde. Al cruzar por las escaleras para ir a la repostería observo que el suelo está mojado, así que parece que llueve.

Al ir a salir a cubierta el color naranja de los trajes de aguas me confirma que llueve. Me dirijo a la carpintería y, como todos los días al pasar por la armería, saludo al Cabo 1º condestable y echo un ojo a la pantalla de su ordenador, en busca de la imagen del día (cambia todos los días y siempre me sorprende gratamente)”.

El comienzo de los últimos días ha sido muy similar: nublado, en ocasiones con niebla cerrada, el cielo color plomizo y muy húmedo. Comienza ya a hacer frío. Incluso el aparejo que llevamos no cambia, nos hemos situado en la línea donde se juntan el anticiclón de las Azores y las borrascas transatlánticas lo que nos permite navegar con vientos más o menos constantes y, lo que es más importante, favorables para seguir nuestra derrota a Dublín. Continúan las palabras de D. Roberto:

“Hoy comienzo los trabajos con la reparación de una vieja silla del despacho del comandante. Es de caoba y el uso continuado, a lo largo de sus 87 años, y la acción de quién sabe cuántos tapiceros, han hecho necesaria una intervención. Preparé unas escuadras de madera que sujeto con cola y tornillos tirafondos para refuerzo de la unión del bastidor de asiento y de las patas traseras y el respaldo. Luego me pongo a otro asunto, con la silla seguiré mañana para dar tiempo a la cola a que haga bien su trabajo, quedan apenas diez días para llegar a Dublín y estoy preparando unos viejos motones ya fuera de servicio, para que sirvan como obsequio a las autoridades en recuerdo de su visita del barco. Los corto por la mitad, y los preparo para ser fijados a una metopa, luego de barnizados. Son tiempos austeros, así que hay que reciclar, un trozo del barco que, cumplida su misión, en vez de acabar en el cubo de la basura, pasará merecidamente a la “reserva activa” en la pared de algún despacho; en realidad creo que es un digno fin para un elemento tan marinero de la maniobra del barco, su estado es reflejo del esfuerzo del barco y su tripulación, bonito recuerdo de la visita del Elcano.

Mientras tanto, en cubierta, no cesa el ir y venir de la tripulación: en exteriores se atiende a la maniobra de las velas y sus respectivos palos, por doquier se limpia y sanea la pintura, se repara una y otra vez lo que el uso deteriora. El desgaste es constante, y, constante el mantenimiento. En interiores la actividad del personal de hostelería, cocina, máquinas, etc., no es menor. Aparentemente no se observa cansancio por causa de los días de navegación, pero las personas no somos más duros que el hierro y la madera. En las conversaciones el constante recuerdo de las fugaces vivencias de puerto, que siempre se hacen cortas, ayuda a sobrellevar el esfuerzo.  Aunque la carga de víveres, los honores y actos oficiales, la recepción, la descarga de basuras, el repostaje de agua y combustible, la guardia o cualquier otra tarea de las habituales en puerto, solo te haya dejado uno o dos días libres de los cinco, o con suerte seis días de escala, todos nos agarramos a esas vivencias para resistir los veintipico días de tránsito de Nueva York a Dublín. Esto no es un infierno, pero tampoco un crucero de placer. Aquí el personal se gana el sueldo.

Apenas hace viento y a lo largo de la mañana ha ido mejorando el tiempo y ya solo caen cuatro gotas. El cielo está nublado. Tras la retirada, antes de bajar al camarote para ducharme y cambiarme para comer, me distraigo un poco oteando el mar desde el castillo de proa con la esperanza de ver algún mamífero marino, tiburón o un barco que se cruce con nosotros en la lejanía del horizonte, reconforta saber que hay alguien cerca. Hace dos días, a eso de las seis de la tarde, una aleta dorsal de grandes dimensiones se paseó todo alrededor del barco, despertando expectación y debate entre los que opinábamos que era tiburón y los que, por su tamaño, decían que era una orca. Hablando con el guindola, me dijo que lo vio a pocos metros de la popa y que, para él, era tiburón.

Hoy comimos lentejas, cordero al horno con patatas panaderas y manzana. Tras la comida y hasta la hora de volver al trabajo, cada uno distrae el tiempo como quiere y/o puede. En la jornada de tarde, sigo con los motones y luego voy a toldilla a colocar unas pletinas de refuerzo en la regala de los candeleros.

Como casi todos los días, a la tarde, después de trabajos, y hasta las siete, hago algo de deporte. El tiempo ha seguido mejorando y sale sol, aunque sigue nublado. En el costado de estribor disponemos de unas bicis estáticas que apenas resisten el tute que les damos los habituales del gimnasio, creo que yo el que más. También llevamos algo de material de pesas y bancos de gimnasio. La actividad deportiva a bordo, a pesar de las limitaciones de espacio y, a veces, ambientales es seguida por un nutrido número de personas.

Tras la ducha de la tarde, la cena. Hoy, sopa de ajo, filetes de cerdo con salsa de naranja y patatas fritas y naranja. Luego un rato de charla, a lo mejor una peli o a cama, leer un poco, una revista de motos, una novela, otro intento al facebook y a dormir. Esta noche adelantamos una hora nuestros relojes, ya sólo estamos a tres horas del horario peninsular, así que, entre el cambio de hora y escribir esto, no dormiré mucho”.

Miramos al calendario y contamos con los dedos las escasas singladuras que nos quedan para llegar a Irlanda. En los puestos de vigilancia se ven calendarios con días tachados. Algunos ya han arrancado la hoja de mayo, y saludan con una sonrisa el mes de junio. Marcas en los días de puerto, tartas de cumpleaños, flechas y algunos corazones adornan este mes, cada uno a su gusto.

Gracias Roberto por tu colaboración. Déjanos rendirte homenaje con las palabras con las que cerraste tu vida a bordo:

“En la película de Peter Pan, de Walt Disney, al pirata que canta: “la vida pirata, es la vida mejor…”, Garfio le pega un tiro. ¡No me extraña!”