Amanece un nuevo día, y el último en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, dónde hemos podido disfrutar y descansar durante 5 días, tras una larga navegación de 1 mes en alta mar, cruzando el Océano Atlántico. Si soy sincero, creo que aún no somos conscientes del privilegio de haber podido gozar de la satisfacción del deber cumplido tras haber cruzado al fin el charco, habiendo dejado a nuestros seres queridos en casa, pero pudiendo traerles en un futuro experiencias y recuerdos nuestros de los puertos sudamericanos.

Tras el regreso de francos, y momentos previos a la salida a la mar, la cámara de GGMM estaba repleta de las distintas anécdotas y acontecimientos ocurridos en puerto. Además, todos comentábamos nuestras distintas opiniones sobre Río de Janeiro, personalmente no sabría decir si es una ciudad que me ha encantado o no, ya que me ha provocado diferentes emociones a lo largo de la estancia.

Por un lado, la visita a zonas turísticas como el Cristo de Corcovado o al Pao de Azucar, hace que sea imposible que no te cautive el paisaje y las vistas de la inmensa ciudad, y de que te preguntes en qué momento has acabado aquí, admirando una de las 7 maravillas del mundo junto con tus compañeros. Por otro lado, andando por las calles y observando detenidamente, uno se da cuenta de la desigualdad pronunciada que hay entre clases. Además, había que andar con cautela y saber bien por dónde ibas. Se podría decir que es una ciudad la cual se tiene que visitar al menos una vez en la vida, y que merece la pena conocerla.

El tercer día tuvimos la recepción a bordo, la verdad que no es el mejor día para que te toque montar guardia, ya que no la puedes disfrutar como tus compañeros. Sin embargo, fue una gran velada finalizando con los invitados desembarcando con una sonrisa tras haber conocido el buque y de disfrutar de la compañía mutua.

Salimos a la mar con cierta pena similar a la depresión post-vacacional, pero se desvanece rápido teniendo Buenos Aires a solamente una semana de navegación, se acabaron por el momento las navegaciones eternas.

Me despido desde la Mar, rogando a nuestra Señora la Virgen del Carmen, Patrona de la Armada, que vele por toda la dotación de este buque como también de todos aquellos que desde casa nos recuerdan y nos tienen presentes.

A bordo del B/E "Juan Sebastián de Elcano", GM Rossell Martínez-Fresneda.