CRÓNICA DE LA VIDA A BORDO EN EL "JUAN SEBASTIÁN DE ELCANO", DEL 28 DE JUNIO AL 3 DE JULIO DE 2014, CON OCASIÓN DE SU PRIMERA VISITA A OSLO

Categoría: Noticias
Publicado el Lunes, 07 Julio 2014 14:13
Escrito por jeronimo
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La tarde era nublada y el viento soplaba frío mientras el barco navegaba entre las montañas del fiordo noruego. Montes poblados de árboles que caían sobre las aguas marcaban un camino serpenteante salpicado de islas, boyas y numerosos barcos a vela que cruzaban de lado a lado el fiordo a pesar de lo desapacible del tiempo.

A lo lejos, sobre un fondo grisáceo, despuntaban algunos edificios altos  y torrecillas de bronce de color verdoso y, sobre la ladera de la montaña, la famosa pista de salto de esquí Holmenkollen. No había duda, estábamos en Oslo.

Banderas de España ondeaban en la burda y en los picos de los palos. En el muelle nos esperaban ansiosos algunos compatriotas saludando al son de los pasodobles de la banda de música. La primera vez que el "Juan Sebastián de Elcano" arriba al país noruego en sus 87 años de historia y, como no podía ser de otra manera, el escenario y el recibimiento acordes con el puerto más septentrional jamás visitado. El blanco resplandeciente del casco bajo el sol del Caribe se mimetizaba con una tierra acostumbrada a los paisajes nevados, que por la época del año se tornaban verde sombrío.

Oslo es una ciudad muy tranquila. La gente pasea por las calles sin el estrés de las grandes ciudades. Sorprendentemente no se ve a muchos ejecutivos colgados de un teléfono móvil ni grandes atascos de coches. Al contrario, la bicicleta constituye un medio de transporte habitual y los puntos de recarga para coches eléctricos se encuentran por todas las esquinas. Desde luego el respeto al medio ambiente es una de las señas de identidad de la ciudad. Y seguramente el período vacacional en que llegamos a Oslo tiene algo que ver con que estuviera plagado de turistas. Como los que se acercaban curiosos, al principio un poco indecisos, al escuchar la música que interpretaba una banda en la plaza frente al Teatro Nacional. Se trataba de la banda del "Juan Sebastián de Elcano", que bajo la estatua del director noruego Johan Halvorsen interpretaba pasodobles y piezas populares. Japoneses echando fotos, italianos divertidos, argentinos extrañados, noruegos atónitos y, sobretodo, españoles emocionados. Y una banda entregada a su vocación, tocar.

A pesar de ser el segundo país con mejor nivel de vida del mundo, la austeridad como norma fundamental imperaba en todos los rincones. Pocas concesiones al derroche, a la fastuosidad, al exceso, como tampoco al despilfarro o al malgasto en la forma de vida. Aparentemente todo muy sencillo, desde el palacio real hasta el parlamento, desde las acciones más cotidianas a los actos más protocolarios.

De lo mejor que tiene la ciudad, sus espacios verdes. Casi milagroso podría considerarse en España encontrar una granja a 5 minutos en coche de la ciudad y a 400 metros de las escuelas de vela. Y rodeada de caminos para hacer senderismo o hacer deporte, frente a un parque repleto de esculturas y con vistas a la residencia de verano de la familia real. Sin complejos, vamos.

De las pocas cosas que pudimos hacer “a bajo coste” en Oslo: pasear, hacer deporte y disfrutar de la naturaleza. La diferencia de poder adquisitivo con España es tan grande que los precios resultaban prohibitivos. Con un menú de McDonald´s a 14 euros o una cerveza a 10 euros de media, el afán consumista se nos quedaba tan frío como las cimas de las montañas que rodeaban la ciudad.

Así recordamos Oslo, y así la recordará el buque, como también será recordado. Un grandioso velero español que llegó por primera vez de tierras del Sur, que consiguió emocionar a los fríos noruegos y que se paseó elegante y majestuoso frente a la ciudad para poner proa, por fin, a casa.