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Categoría: Noticias
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Publicado el Lunes, 04 Mayo 2015 14:19
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Escrito por jeronimo
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Amanece una mañana gris, jueves 23 de Abril, en la ciudad peruana del Callao. Fiel a su calendario, a las 1100 hora local el Buque-Escuela “Juan Sebastián de Elcano” larga amarras tras seis días atracados en la Base Naval del Callao. En el muelle nos despiden novias, familiares y amigos, y una banda de música de la Marina de Guerra peruana que bate marchas militares mientras lentamente nos separamos del muelle. Finalizada la maniobra de desatraque, al pasar entre los rompeolas que protegen el puerto del Callao, damos velas y navegamos hacia el norte, proa al Canal de Panamá, cuyo paso constituye otro de los importantes hitos de este LXXXVI Crucero de Instrucción.
Este tránsito supondrá la segunda navegación más larga del crucero, solo superada por la travesía en el Océano Atlántico entre Las Palmas y Río de Janeiro, que fue de 27 singladuras. Ahora tenemos por delante 22 días a bordo en los que esperamos coger pronto la rutina de la vida en la mar, rutina que en ocasiones se echa de menos para disfrutar del encanto de surcar los mares y océanos a vela, sin duda toda una experiencia.
Después de un mes navegando por el Océano Pacífico y casi dos meses recorriendo las aguas del hemisferio Sur, la vuelta al Atlántico y al hemisferio Norte son una prueba de que tarde o temprano todo lo bueno se acaba, y cada vez está más cerca el final del viaje.
A la salida de puerto damos todo el aparejo posible, como es habitual, para que la gente de la ciudad pueda disfrutar de la estampa del buque navegando a vela y corresponder así, humildemente, la cortesía y buen trato que hemos recibido durante nuestra visita.
Los primeros días de navegación traen consigo un viento favorable pero variable en intensidad, obligándonos a arrancar motor cuando el viento amaina demasiado. Sin embargo, en cuanto el viento arrecia el personal de guardia se pone “manos a la estacha” y se aprovecha al máximo para dar velas y navegar como este gran velero se siente mejor, a un largo con todo el aparejo.
Transcurren los días y, para bienestar de todos, el Océano Pacífico hace honor a su nombre. Los ocasos se suceden con horizontes despejados y buenas anochecidas, y comenzamos a notar cómo aumentan las temperaturas y por consiguiente la sensación térmica, aunque poco a poco también va amainando el viento a medida que nos acercamos al Ecuador.
El primer fin de semana tras la salida de puerto trae consigo algunas maniobras generales para virar que implican a toda la dotación y Guardiasmarinas. En estas situaciones es necesario el esfuerzo de todos y cubrir todos los puestos en la maniobra, alcanzando así un buen trimado de las velas desde los foques en el Castillo hasta la escandalosa del Mesana en la Toldilla.
Afortunadamente, las navegaciones largas no son tan duras como puedan parecer, o por lo menos de momento no lo están siendo. En travesías como ésta se realizan diversas actividades que amenizan y entretienen a la gente, perdurando la alegría y el habitual buen ambiente.
Para empezar, los domingos que las condiciones meteorológicas lo permiten se suele realizar la comida en cubierta. En estas comidas toda la dotación y alumnos se reúnen y alrededor de mesas colocadas por la cubierta principal del barco pasamos un rato agradable juntos, evitando la monotonía de comer en el mismo lugar de siempre. Además, a estas comidas suele acompañar la maestría del personal de cocina, que prepara sus mejores recetas para la ocasión.
Otras actividades que nos depara esta navegación son la Feria de las Casetas y la segunda edición de Lluvia de Estrellas. La primera se celebrará el viernes 1 de Mayo. En esta fiesta las distintas Brigadas de marinería, la brigada de Guardiasmarinas y la cámara de Oficiales se encargan de montar una caseta temática por grupo, y en ella sirven comida relacionada, en la medida de lo posible, con el motivo de su caseta.
Las brigadas tratan de mantener en secreto el tema de su caseta y así sorprender al resto del barco el día de la fiesta. Como motivación adicional, al finalizar la fiesta un jurado decide cual ha sido la mejor caseta en base a decoración, originalidad y puesta en escena, y el Comandante hace entrega de un obsequio al grupo ganador.
Pero, evidentemente, 22 días no van a ser todo fiesta ni mucho menos; toca trabajar y coger un hábito que permita aprovechar la continuidad de la navegación a la vez que hacer el trabajo diario llevadero. En el caso de los alumnos, con respecto a las observaciones astronómicas de la meridiana y el crepúsculo vespertino, el alumno que sea capaz de hacer 15 situaciones satisfactorias dejará de observar en lo que resta de crucero. Este incentivo provoca que ahora más que nunca los alumnos intentan hacer las situaciones “al pelo”, y entre quitarse las observaciones de encima y que los días están siendo soleados con escasa nubosidad, los sextantes suben y bajan cubiertas más que nunca.
Por otra parte, la dotación se afana en labores de mantenimiento y limpiezas. Es raro pasar por algún rincón de cubierta y no tener a nadie cerca lijando, barnizando, pintando, puliendo, mineando,… Asimismo, se realizan ejercicios para adiestramiento de la dotación en diferentes ámbitos: un ejercicio de Hombre al Agua en el que probamos una camilla de flotabilidad positiva para recogida del naúfrago desde la RHIB; o un ejercicio de fallo de gobierno, estableciendo el control del gobierno en manual en la rueda de timón de Toldilla, que para sorpresa de muchos, a pesar de su aspecto tradicional y rústico, funciona; incluso incidencias simuladas, por ejemplo un incendio en uno de los compartimentos peligrosos de proa, el pañol de pinturas, exigiendo al trozo de emergencia que se equipe y tome acción según los procedimientos correspondientes satisfactoriamente.
Uno de los mejores momentos del día llega después de la cena y tras realizar la observación del crepúsculo vespertino: el concierto en cubierta. En este concierto la banda de música del barco nos deleita con diferentes temas de todo tipo: bandas sonoras, marchas militares, pasos de semana santa, éxitos del momento o canciones de toda la vida... Cuando alguien cumple años se le canta el cumpleaños feliz, y a diario se dedican piezas a distintos miembros de la dotación, personal comisionado, o alumnos. Sin duda el concierto es uno de los momentos más entrañables del día; nos reunimos todos los espectadores en el alcázar y disfrutamos tranquilamente de un poco de música en directo en medio del mar, algo difícil de vivir en otras circunstancias y por lo tanto muy especial.
Ya entrada la noche los Guardiasmarinas aprovechamos para estudiar si tenemos algún examen en días venideros o para jugar a las cartas, ver películas y demás pasatiempos en caso de tener tiempo libre.
El día 29 de abril a las 1224 volvemos a cruzar el Ecuador, esta vez de sur a norte, en longitud 81º 31’ oeste. La casualidad ha querido que lo hagamos a vela y en el instante justo que se produce la meridiana del sol. Sin embargo, por no ser esta la primera vez que nos encontramos por estas latitudes, no se celebra de la misma manera que dos meses y veintitrés días atrás. A partir de este momento los días comenzaran a ser más largos, y por primera vez en varios meses, el desfase con España será solo horario y no estacional. Volveremos a ver además las mismas estrellas que en nuestras casas.
Y es que a pesar del esfuerzo, los trabajos, los quehaceres de cada uno, es en estos tránsitos en los que uno consigue valorar más los buenos momentos que deja cada día, ya sea subiendo a los palos, comiendo en cubierta, escuchando a la banda de música o simplemente de “cháchara” con tus compañeros y amigos “navegantes por Sudamérica”.
