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Categoría: Noticias
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Publicado el Martes, 07 Julio 2015 13:34
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Escrito por jeronimo
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“¡Acabo de hacer mi último examen!”, “ésta es mi última guardia de media en Puente”, “me tomé el último chocolate con churros saliente de alba”, “la última cofa para aferrar la escandalosa”, “terminando la última observación astronómica”, “el último briefing de derrota”…
El final del crucero se acerca, y parece que ya “titulamos” todo con el calificativo “mi último tal” o “mi último cual”. Sin embargo, es también momento de recapitular, de hacer balance y pensar en lo vivido y cómo nos ha enriquecido, cómo nos hace sentir ahora y de qué forma hemos cambiado.
Después de seis largos meses navegando por mares y océanos lejanos, hasta ahora desconocidos, hemos tenido arduas jornadas en la mar, múltiples experiencias en puertos y países recónditos, sin ver a la familia o a la novia, aprendiendo día a día y descubriendo cosas nuevas. Pero también hemos tenido momentos de tensión, duros, exigentes que entre todos estos irremplazables compañeros, amigos para toda la vida ya, hemos sabido superar y seguir avante.
Uno embarca en el “Juan Sebastián de Elcano” con una grandísima ilusión pero con pena por las despedidas, nervioso, con ganas de ver mundo, de “saltar” a la cofa, de sentir la brisa navegando en mar abierto, de oír el rugir de las velas a un largo portando vientos frescos, de la incertidumbre del horizonte al atardecer.
Son miles los marinos que han pisado está octogenaria cubierta, desde Guardiasmarinas de prácticamente todas las promociones cien años atrás, hasta suboficiales y marineros miembros de la Armada de todas las épocas, de todas las especialidades, con las más dispares raíces.
Es por ello que formar parte de un Crucero de Instrucción es motivo de orgullo, romántico incluso. El sentimiento de afecto por el Buque-Escuela de nuestra Armada entre todos los que la componemos es verdaderamente especial, prácticamente imposible de explicar con palabras aún ayudándose de hechos.
Uno comienza a conocer el barco atracado en Cádiz en los días previos a la salida del Crucero de Instrucción. Si ya el embarcar en él estando atracado es majestuoso, uno lo conoce realmente y se siente parte intrínseca de este buque, con su indiscutible tradición e historia, cuando se navega a vela a bordo él.
El primer tránsito siempre es una dura “escuela”. Aunque no por norma, los cruceros suelen empezar con una “movida” travesía a las Islas Canarias. Si la salida del crucero tiene lugar a principios de enero, como es habitual, los vientos alisios empujan duro desde el Norte o nordeste y los primeros días para un recién llegado suelen ser una gran prueba. Así, el primer puerto se coge con muchas ganas. Este año para nosotros fue Ceuta al día siguiente de partir de Cádiz. Allí tuvimos una breve aunque genial estancia para empezar a tomar contacto con el buque y con lo que representa.
El barco siempre hace una escala previa a cruzar el Océano Atlántico en las Islas Canarias, rotando la escala entre Santa Cruz de Tenerife y las Palmas de Gran Canaria. El trato recibido y el cariño de los canarios siempre es sobresaliente y, aunque el viaje lo empezamos en enero con frio y bajas temperaturas, en las islas siempre disfrutamos de un clima más templado y llevadero.
A la escala canaria tradicionalmente sigue el cruce del Atlántico, un tránsito que dura más de 20 días y que simboliza una prueba más y, por lo tanto, otro aprendizaje en el transcurso del viaje. Durante el primer tránsito largo suele realizarse la fiesta del paso del Ecuador, o si la derrota no llega a latitudes tan sureñas, la feria de las casetas. Éstas son celebraciones que cortan la monotonía de la vida a bordo, invitando, por un rato, a relajarse y disfrutar de las cálidas temperaturas en un ambiente alegre y desenfadado, conociendo poco a poco a esta gran familia viviendo “sobre la misma cubierta”. Se realizan competiciones de “tira-soga” o flexiones de barra por equipos y es sin duda uno de esos días que se recuerdan para siempre.
Siguiendo con el deporte, tan de moda en la sociedad actual, también organizamos eventos más atléticos a modo de entretenimiento. Este año se ha celebrado la segunda edición de la carrera “24Horas”, donde un elevado número de miembros de la dotación y alumnos corrimos durante 24 horas seguidas más de 300 kilómetros por relevos, todo un récord y una dura marca a batir en años venideros.
También acompañan otro tipo de eventos para confraternizar y que la navegación sea más liviana. Algunos de ellos son muy particulares del Elcano, como los habituales conciertos en cubierta, que no por repetitivos dejan de ser apreciados y entretenidos. Es más, los atardeceres que hemos presenciado escuchando música en directo, desde boleros españoles hasta marchas militares pasando por “popurrís” de Frank Sinatra o Los Beatles, no tienen precio.
Con el buen tiempo al navegar por coordenadas caribeñas se anima la vida por cubierta. Hoy en día los avances tecnológicos como el acceso a internet y “smartphones” con whatsapp, Skype, correo electrónico y demás vías de comunicación, hacen que el contacto con la familia sea constante y en los ratos libres aprovechemos para mandar un saludo o sencillamente “dar novedad”.
Pero por cubierta también hay mucha vida y entre los que están haciendo deporte, los que salen a “echar un cigarro”, los que se sientan a leer al aire libre o los que sencillamente salen a dar un paseo, se forman pequeños “corrillos” en los que se habla de todo: fútbol, noticias de interés nacional, lo buena que estaba la comida hoy, los planes para el próximo puerto, lo que nos viene por la proa según los mapas de meteorología, etc. Quizás lo más destacado del Crucero, lo primero que uno destaca cuando le preguntan, son las conversaciones y los lazos de amistad que se forjan a bordo del "Elcano". Vamos, que aunque es duro estar lejos de casa, aquí no nos aburrimos y tenemos con quien despachar, es más, ya hasta los trofeos de cartas son razón de congregación en cubierta.
Y es que además de las guardias y los trabajos para dotación o clases para los alumno, también pasamos nuestro el tiempo en la mar con actividades de ocio y esparcimiento, sin olvidar claro está, una de las actividades más carismáticas del barco: las maniobras.
La responsabilidad de tomar la voz en Puente y dirigir a cientos de personas para conseguir un objetivo común, como por ejemplo una virada, es sensacional. Pero formar parte de ese gran equipo también lo es, ya sea cobrando de la driza de la escandalosa en los cabilleros de cubierta o agarrando el paño de un estay a 50 metros de altura, ahí arriba en la cofa, para cargar por alto velas altas. El hecho de que este barco sea tan tradicional hace que rutinas como pueden ser virar o cambiar el aparejo conlleven la aportación humana de varios, física y mentalmente, y que los métodos sean procedimientos efectivos y a la vez clásicos.
La esencia de la navegación se vive de distinta manera en este barco. Se navega al viento estudiando la meteorología para acomodarla a nuestras intenciones, cosa que no siempre se consigue. Los Caballeros y Damas Alumnos nos situamos observando los astros, como nuestros ilustres predecesores hicieron cientos de años atrás lo que a principio de crucero nos parecía imposible. Y el trabajo, de mantenimiento, maniobras y clases, durante tantos meses en un espacio tan confinado como es un barco hacen de la convivencia y de la tolerancia una máxima del día a día. Todo esto en los mares y océanos que una vez surcaron por primera vez los Ulloa, Cristóbal Colón, Pizarro y, como no, Juan Sebastián de Elcano.
En definitiva, una experiencia imposible de explicar y mucho menos de comprimir en unas líneas pero cuyos lances y sensaciones perdurarán con más o menos detalle en lo más profundo de nosotros el resto de nuestras vidas, siempre con ese tinte de melancolía, jovialidad, aventura e incluso, romanticismo.
